relación profesor alumno en el aula
El aula es, sin duda, el medio fundamental donde el docente despliega sus recursos personales y didácticos para cumplir con su labor, que tiene como eje medular la relación con el alumno.
Y como toda relación humana, posee unas características implícitas y explícitas que le imprimen un sello y dinámica particular.
No obstante, la relación profesor-alumno en el aula presenta algunas configuraciones que la hacen especialmente diferente de cualquier otra interpersonal:
1.- La relación entre el profesor y el alumno no se establece sobre la base de simpatía mutua, afinidad de caracteres o de intereses comunes.
Más bien, se funda en una cierta ‘imposición’: están ahí sin consulta o consentimiento previos, lo cual genera -sobre todo en los comienzos de cada periodo lectivo -expectativas mutuas que se confirman o no con arreglo al desempeño del profesor y del alumno como tales.
2.- Es una relación -bipolar de ida y vuelta- que se establece entre personas de diferente edad y grado de madurez.
A la intensidad, variedad e irracionalidad de las reacciones, de los comportamientos, de las actitudes y de las motivaciones de los alumnos, el profesor debe responder con paciencia, ecuanimidad, prudencia y exigencia en su actuar, en sus juicios y en las manifestaciones de su carácter.
3.- La relación de docencia es una relación interpersonal pero no amical.
Primero, porque la relación amistosa se establece entre dos personas en su concreta individualidad, es decir, conociéndose mutuamente.
Segundo, esa relación estrictamente personal consiste en un mutuo querer y procurar, cada uno, los fines personales e individuales del otro.
4.- Por su condición de tal, al profesor le compete marcar el inicio, la dinámica y la continuidad de la relación.
En primer lugar, porque es a él a quien corresponde generar el clima apropiado en el aula que garantice la fluidez de las relaciones con los alumnos.
En este sentido, tiene en sus manos la posibilidad de fomentar un ambiente rico en situaciones de crecimiento o, por defecto, un ambiente lo suficientemente tenso e incómodo que termine frenando la expresión de las particularidades, de las iniciativas y de la participación en los alumnos.
Con reglas claras y sanciones efectivamente impuestas.
El docente no puede extraer de la ‘manga’ -con arreglo a su estado de ánimo- las reglas y las sanciones.
Tiene que existir objetividad y continuidad.
Normas pocas y claras, por lo tanto, las sanciones acordadas tienen que ser aplicadas.
5.- La materia que imparte el docente está tan integrada a su persona que corre el riesgo de creer que aquella tiene por sí misma el atractivo suficiente para el alumno, de modo que este responda siempre con atención y con eficiencia en clase.
A diferencia de lo que ocurre en la Universidad, donde los alumnos valoran y admiran el dominio de los conocimientos, en el colegio la eficacia de la instrucción pasa necesariamente por la percepción que tenga el alumno de la personalidad del profesor.
Por eso el docente debe “evitar empujar la enseñanza hasta los extremos límites a que puede llegar en el conocimiento del tema.
Creo que es importante que establezcamos esto, ya que la mayoría de las veces perdemos el rumbo de esto, muchas veces los alumnos o los mismos profesores no se dan su lugar, y se pierde como este respeto.
ResponderBorrarEn mi opinión tu información es muy buena, explica muy bien las cosas.
Y si estoy de acuerdo con tu información, soy de la idea que un profesor fuera de formar una amistad con el alumno debes de imponer autoridad.